Exclusión SocialDefinición: La exclusión social es el proceso acumulativo sobre una persona de factores negativos, con barreras y límites que la dejan fuera de la participación en la vida social mayoritariamente aceptada. Estos límites y barreras son de origen muy diverso y van más allá de la carencia de ingresos, pues incluso estando la persona en una situación de extrema pobreza, puede no padecer exclusión social, si bien es probable que esté en riesgo de exclusión.
Conviene diferenciar entre exclusión o marginación social, e inadaptación, la clave radica en el conocimiento que de su propia situación tenga la persona. Así, la persona inadaptada es aquella que toma conciencia de su situación e intenta rebelarse y, la marginada o excluida, es la que se sitúa fuera, en los límites de lo establecido estándar y socialmente como normal. La exclusión, va unida a una elevada dificultad para superar la situación de marginación, cayendo con frecuencia en un ciclo o inercia negativa que sin la ayuda de medidas y apoyos externos resulta difícil de superar.Aspectos claves: La urbanización de la sociedad, la complejización de ésta, la proliferación de barrios marginales mal comunicados, el movimiento migratorio ascendente, el desempleo, la falta de cobertura de los recursos sociales, el abuso de las drogas, el encarecimiento del coste de la vida y de la vivienda o determinados ambientes de mentalidad muy tradicional son algunos de los motivos que pueden desembocar en situaciones de exclusión social, en las que una parte de la sociedad civil se aparta progresivamente de la tutela pública desarrollándose al margen de ésta. Agrava la situación la lentitud en las respuestas sociales a algunos cambios, o el desbordamiento de los poderes públicos ante el surgimiento continuo de nuevas situaciones a las que hacer frente y a las que dar una respuesta rápida y eficaz.
Los orígenes y manifestaciones de la exclusión son multidimensionales, y con frecuencia están interconectados, abarcando diferentes campos: el social, el económico, el cultural y la participación política-pública. Esto hace que culminen en situaciones de desigualdad, especialmente para las mujeres, que ya en situaciones "normalizadas" sufren desigualdad. Aunque existe una estrecha conexión entre estratificación económica y la exclusión, en principio, la exclusión social puede ocurrir entre grupos de mujeres que no presenten significativas diferencias en términos económicos pero que por otras razones (endógenas o exógenas) que escapan a su control, no pueden participar en las actividades "normales" como lo hace el resto de la ciudadanía, o en los ámbitos donde les gustaría hacerlo.
Una mujer inadaptada es conocedora de esta situación, que puede venir motivada por variables como: la carencia o insuficiencia de ingresos económicos; la orientación, identidad sexual o de género; la nacionalidad o la pertenencia a una minoría étnica; el consumo de drogas; sufrir alguna discapacidad, hallarse en una situación de desempleo prolongada, etc. Por el contrario una mujer puede estar marginada o excluida sin tener una conciencia clara de ello, y por tanto, adoptar una actitud pasiva ante tal situación, sin intentar modificarla.
En la exclusión social, se produce un círculo vicioso, a causa del efecto acumulativo de limitaciones, todas ellas importantes, que dan lugar a una concentración de problemas concatenados (privación múltiple) a la par que pueden reaparecen nuevas situaciones de marginación, en un ciclo de autoreproducción que limitará las oportunidades de desarrollo de las personas que sufren exclusión.
La asunción casi en exclusiva por parte de las mujeres, de las responsabilidades familiares debido a la interiorización que del rol de género, provoca que las unidades de convivencia encabezadas por mujeres con hijas e hijos menores se encuentren entre las más pobres de toda la sociedad. Esta situación viene agravada por varios factores, no carentes de un componente de género, como son los demográficos (falta de acceso a la información sobre el uso de anticonceptivos, falta de ingresos para acceder a estos, etc.); la ausencia de oportunidades reales que la sociedad le brinda a las mujeres (menores tasas de empleo, empleo a tiempo parcial, limitaciones de acceso al crédito, etc.) agrava la precaria situación económica de la unidad de convivencia.
Estas situaciones obligan o condicionan a las mujeres a optar por empleos que les ofrecen condiciones más compatibles con las responsabilidades familiares y las actividades domésticas, aunque no estén bien remunerados o formen parte de la economía sumergida.
Por todo ello entre las mujeres que sufren riesgo de exclusión o marginación social se encuentran principalmente: (pudiendose dar varias circunstancias a la vez)
- Mujeres solas con cargas y responsabilidades familiares no compartidas (unidades monomarentales).
- Mujeres mayores con dificultades de autonomía personal, que viven solas, con la pensión mínima, en vivienda en alquiler y que requieren apoyo para permanecer en su hogar.
- Mujeres inmigrantes y solicitantes de asilo, en situación no regularizada, sin empleo, y con responsabilidades familiares en el país de origen o en el de acogida.
- Mujeres que ejercen la prostitución, que desean abandonarla o son víctimas de tráfico sexual.
- Presas y exreclusas que se quieren reinsertar o están en proceso de reinserción.
- Mujeres transexuales, o en fase de reasignación sexual.
- Portadoras de VIH/SIDA con un grave deterioro físico o psíquico.
- Mujeres con discapacidad, totalmente dependientes o con limitaciones graves de autonomía personal, sin ingresos y con bajos índices de alfabetización.
- Niñas y jóvenes menores carentes de apoyo familiar cuyas familias o unidades de convivencia, no pueden proporcionarles cuidados y atenciones adecuados a su situación y edad.
- Mendigas y transeúntes sin techo.
- Usuarias de drogas con una fuerte adicción o que se encuentran en programas de rehabilitación.
- Mujeres que tienen un escaso o nulo acceso a las instituciones prestadoras de servicios sociales.
- Mujeres víctimas de cualquier tipo de manifestación de violencia de género, especialmente sexual, física y psicológica, que conviven con el maltratador o están en una casa de acogida de mujeres.
- Mujeres cuyo entorno familiar o social presenta problemas de convivencia, alcoholismo, abuso de drogas, desempleo estructural...
- Mujeres pertenecientes a grupos o unidades familiares desestructuradas, o con problemas derivados de padecimientos de enfermedades físicas o psíquicas degenerativas no atendidas ni médica ni psicológicamente.
Propuestas desde un enfoque de género: La necesidad de construir un mundo en el que la ciudadanía, y muy especialmente las mujeres de todas las condiciones, puedan compartir los bienes existentes de forma equitativa sin que el factor género sea un fuerte condicionante que incida negativamente en las oportunidades que puedan disfrutar, explica y justifica la necesidad de trabajar contra la exclusión y marginación social que afecta sobre todo a las mujeres.
Dos son las líneas básicas de intervención con mujeres en riesgo de exclusión.
- Mejora de la autoestima: cuándo se detecta baja autoestima y baja asertividad, que hacen que las relaciones con las personas de su entorno no sean positivas ni gratificantes. Se debe trabajar la autoestima de las mujeres como colectivo y también individualmente, para impulsar su bienestar en todos los ámbitos, desde la mejora del autoconcepto pasando desde aspectos relativos a la alimentación, salud y ejercicio físico hasta las relaciones personales, familiares o laborales a través de la intervención y acompañamiento y desde la mediación en los casos en que la fuente de los problemas es una dificultad a la hora de establecer canales de comunicación entre miembros de una misma familia o unidad de convivencia (madres e hijos/as o pareja).
- Atención grupal: grupo de ayuda mutua de mujeres, desarrollo grupal participativo, grupos de autoayuda, charlas y tertulias, espacio grupales diversos (comunicación, autoestima, autocontrol emocional, resolución y negociación de conflictos, tolerancia, etc.).
Para poder sistematizar y evaluar las situaciones de exclusión, se deben manejar como mínimo una serie de indicadores desagregados siempre en función del sexo:
- Dificultades para el acceso al empleo.
- Dificultades de acceso a la educación o formación.
- Dificultades de acceso a una vivienda en condiciones dignas de habitabilidad.
- Dificultades en el mundo de las relaciones familiares y/o sociales.
- Detección de pobreza económica extrema, sin ingresos de ningún tipo.
Por otra parte, cuándo se interviene, se desarrollan programas o servicios para paliar una situación de riesgo de exclusión, o cuándo la exclusión ya está detectada, en el caso de una mujer con cargas familiares no compartidas, es importante diferenciar dos tipos de aproximaciones dirigidas a este colectivo:
- Intervención dirigida a la mujer, como persona en sí misma.
- Dirigida a la mujer pero como puente o nexo con el resto de las personas que de ella dependen (ascendientes o descendientes) atendiendo a su condición de madre, cuidadora, etc. que trata de paliar más la situación del resto de las personas que integran esa unidad (escolarización, centro para personas mayores...), que la de la propia mujer (desempleo, falta de formación...).
Es decir, conviene diferenciar si la mujer es beneficiaria directa de las intervenciones, o si se beneficia indirectamente, ya que se produce un impacto positivo en su vida (programas de ayuda a domicilio...) al liberarlas o facilitarles determinadas tareas y/o responsabilidades no compartidas.
Las propuestas de solución o modificación de la situación de exclusión pasan por:
- Rentabilizar y adecuar la respuesta social pública a la naturaleza e intensidad de la problemática que presente la mujer beneficiaria por sí misma.
- Complementar y compensar el papel de unidad de convivencia o familia, cuando ésta por diversos motivos presenta dificultades para prevenir situaciones de necesidad que conlleven deterioro personal y/o social, facilitando la "normalización" de la vida en la unidad de convivencia.
- Facilitar el desarrollo de capacidades personales para la integración comunitaria fomentando el uso de recursos de educación no formal, salud y bienestar, ocio, participación ciudadana, cultura, comunicación, y el desarrollo de habilidades sociales mínimas.
- Ofrecer a la mujer (y/o unidad de convivencia que de ella dependa), mayores posibilidades en la oferta de servicios sociales preventivos y de diagnóstico.
- Desarrollar programas de formación ocupacional adaptados a la situación de exclusión de determinadas mujeres, como puente de acceso al mundo laboral, la generación de ingresos propios y la mejora de la autoestima personal.
- Apoyo a la generación de ingresos y líneas de crédito blando.
- Hacer extensibles al mayor número de mujeres determinados recursos como la REMI (renta mínima de inserción), o el Servicio de Ayuda a Domicilio, pero evitando la dependencia de los Servicios Sociales o de las ayudas públicas.
- Fomentar actitudes solidarias y de compromiso entre la ciudadanía, sensibilizando sobre la especial situación de las mujeres en riesgo de exclusión.
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